En el umbral del valle oculto de Erun, un lugar inmarcesible sobre la faz de la Tierra, se erigieron las Piedras del Sueño. Desde tiempos olvidados, fueron el portal hacia constelaciones distantes, un enigma para los mortales, pero un camino de regreso a casa para Andariek, quien había sido enviado desde las estrellas.
Andariek vivía entre los humanos en secreto, ocultando su verdadera naturaleza. A su llegada, su misión era observar, aprender, y, si fuera necesario, guiar a la humanidad hacia una era de consciencia plena. Aunque portaba un aspecto humano, su corazón palpitaba con ritmos de alfa centauri, y sus ojos reflejaban el cosmos.
Una noche, bajo la influencia de la Luna Llena, las Piedras del Sueño despertaron. Andariek, sintiendo el llamado, se dirigió hacia ellas. Colocó sus manos sobre la más grande, y murmuró palabras en un idioma antiguo, resonando a través del valle.
De repente, un haz de luz emanó del centro de las piedras, formando un vínculo estelar con su hogar, revelando así su verdadero ser ante el éter nocturno. Su piel emanaba un brillo azulado, y sus ojos irradiaban una luz que parecía contener galaxias enteras.
Justo en ese instante, fue interceptado por Zoë, una joven curiosa del pueblo quien, siguiendo el rastro de lo desconocido, había descubierto el secreto de Andariek. Expectante, no mostró temor, sino un profundo asombro.
“Andariek, ¿eres tú?” musitó, con voz temblorosa.
“Sí, pero mi tiempo aquí ha concluido. He de partir hacia las estrellas una vez más,” respondió él, con un toque de melancolía.
Zoë, mirando fijamente el portal estelar, comprendió que no todo en este mundo era lo que parecía. Andariek, antes de dar el paso que lo llevaría de vuelta a su mundo, se volvió hacia ella y dijo: “La humanidad guarda más misterios y poder de lo que cree. Cuídenlo, y algún día, caminarán entre las estrellas.”
Y así, con un último destello, Andariek partió, dejando detrás un legado de maravillas, y en el corazón de Zoë, la certeza de que este no sería el último encuentro entre humanos y aquellos que habitan las estrellas. El valle de Erun, y las Piedras del Sueño, vigilan silenciosos, esperando el día en que los mundos se encuentren de nuevo.