En un tiempo olvidado, existió en lo más profundo de la tierra, custodiado por la densa neblina de las montañas, un templo ancestral tallado en la esmeralda más pura. Era el santuario de los sueños perdidos, donde los pensamientos olvidados de la humanidad se condensaban en gemas luminosas. La leyenda contaba que aquellos que encontraran el camino al templo podrían recuperar los sueños que la humanidad había dejado atrás en su marcha hacia el futuro, pero para encontrarlo, debían ser guiados por el espíritu del anciano, el último guardián del templo, cuyo cuerpo yacía momificado en una cripta oculta, pero cuya alma vagaba inquieta.
Una noche, bajo la luna nueva, Talya, una joven con el corazón roto por los sueños desvanecidos, fue visitada por el anciano en sueños. Él le confió el secreto para encontrar el templo: seguir las luciérnagas que bailan al ritmo del susurro de la tierra. Con apenas su coraje como compañía, Talya emprendió la odisea.
Los días se desvanecieron uno tras otro, hasta que la bruma le reveló un resplandor esmeralda: el templo. Allí, las gemas susurraron los sueños perdidos de la humanidad; y entre ellos, Talya encontró el suyo, brillando con una luz única. Al tomarlo, una calidez la envolvió, sanando su corazón y devolviéndole la esperanza perdida.
El templo desapareció con el amanecer, pero Talya supo que había sido elegida para llevar la luz de los sueños perdidos de vuelta al mundo. Comenzó así su viaje de regreso, transformada no solo por la recuperación de su propio sueño, sino también por la custodia de un legado ancestral: compartir la luz de los sueños olvidados, recordando a todos que, en lo más profundo de la tierra, aún arde la esperanza.
