Descubriendo Aaru: El Pacto Eterno con Anubis en el Antiguo Egipto
En un remoto valle del antiguo Egipto
En un remoto valle del antiguo Egipto, olvidado por tiempo y hombres, se erguía una estatua de Anubis, dios del inframundo, esculpida no en piedra, sino en un material oscuro y desconocido, que absorbía la luz del sol. Contaban los ancianos que bajo esta estatua se hallaba la entrada a Aaru, el paraíso egipcio, protegida por hechizos milenarios.
El joven sacerdote y su obsesión
Un joven sacerdote, Kheper, obsesionado con los misterios de la vida y la muerte, se adentró en la noche en busca de esta entrada. Con inciensos y antiguos conjuros, invocó a Anubis, esperando que el dios le revelara los secretos de la eternidad.
El pacto con Anubis
La estatua cobró vida ante sus ojos. Anubis, con voz de tormenta, le ofreció a Kheper un trato: podría entrar a Aaru, pero a cambio, debería renunciar a su vuelta al mundo de los vivos. Movido por su sed de sabiduría y el deseo de desentrañar los misterios más ocultos de la existencia, Kheper aceptó sin vacilar.
El destino de Kheper
Al instante siguiente, se encontraba frente a las verdes praderas de Aaru. Sin embargo, pronto comprendió la verdadera naturaleza de su destino. Aunque tenía ante sí el conocimiento de los antiguos, estaba solo, separado para siempre de los suyos.
El eterno guardián
Cuentan que en noches sin luna, junto a la estatua de Anubis, se escuchan lamentos; son los suspiros de Kheper, eterno guardián del umbral entre dos mundos, pagando el precio de su insaciable búsqueda del conocimiento.